Emociona ver en
los medios los aplausos, tanto a los pacientes recuperados, como al personal
sanitario que les atiende. Ver cariño que reciben los afectados del COVID-19 y
trae a memoria los momentos más duros de la pandemia del VIH delos años 80 y 90,
una pandemia ocultada que tuvo un impacto demoledor entre la juventud.
Cada día teníamos
un funeral de algún conocido casi a hurtadillas por el estigma de la
enfermedad.
Mientras el
contagio del VIH se producía por relaciones sexuales de riesgo, por la utilización
de jeringuillas usadas y, al principio, por transfusiones de sangre, el COVID-19
se transmite por cercanía a través de la boca, los ojos, la nariz y los oídos.
Aunque los dos son pandemias y coinciden en que la
transmisión es muy rápida, la diferencia entre ellas es abismal. En esa se abraza y se besa, aunque sea
digitalmente, mientras los pacientes de
SIDA se les rehuya y escondía. Sin embargo, el patrón es el mismo: miedo al contagio, a lo desconocido, a morir.
Es impresionante
la forma con que llega a la población informaciones sobre el virus. La rapidez
y la cantidad de informes diarios, el acceso a los datos a todos y por todos
los medios. Con el SIDA apenas revistas científicas, existiera la normalidad
que hay en explicar, que fuera portada diaria en los periódicos. Aunque la
comunidad científica sí se volcó para buscar soluciones.
Población de Riesgo: Se hablaba de grupos
marginales: homosexuales
y heroinómanos, y ahora se habla de
personas, sean sanitarios, mayores o asmáticos. Lo cierto es que todos
somos susceptibles de estar infectados de alguno de esos virus. Ahora las guías
y pautas dadas desde Sanidad las recogen bien los medios para que nadie se
confíe, como no se hizo con el SIDA entre quienes se creían inmunes por no
pertenecer a los grupos marginales y vivían su confinamiento hospitalario en
silencio.
¡Imagínate un
paciente de esa pandemia ocultar que lo padece! Son privilegiados por poder
decir y pedir ayuda, algo que no pudieron hacer la mayoría de los afectados por
el VIH. Otra es el estigma que padecían los
profesionales que atendían a esas personas. Enfermeras que se iban
corriendo luego que se marchaba el doctor, para no ¨contagiarse¨.
Ahora no le dan
abrazos a los sanitarios, porque no pueden, pero los aplausos llegan al alma.
Ojalá los pacientes de SIDA hubieran tenido ese momento de cariño. Se tiende a olvidar lo que pasó pero fue
una tragedia de mucho más dimensiones. El conocimiento científico sobre el
virus es enorme por el poco tiempo de su existencia y no existe el estigma y la
discriminación de la propia sanidad. Los investigadores que trabajaban con las moléculas
de VIH estaban apartadas del resto. Incluso cuando comían. No se sabía nada del
virus que se infectaba más que por sexo. Entre 1984 a 1989 se perdió un tiempo
de oro en desconocimiento.
SIDA : NECESITAMOS PESQUISAS. NO HISTERIA 1984 |